Leonard Cohen Los Monegros y un Seat 131


Hoy se ha muerto Leonard Cohen. La verdad es que podría escribir una elegía justificada y extensa sobre lo importante que ha sido su figura para mi, pero no lo voy a hacer. Porque yo no soy nadie. Y no sé más que lo que sentí al escucharle. No sé dónde nació, si tenía hijos o no, si bebía, si fumaba... Nada. Bueno, algo sí que voy a contar, pero no lo voy a hacer en plan extenso, lo voy a hacer en plan breve. Capturando un pequeño momento que dentro de mi propia historia personal, tiene sentido si va acompañado de la banda sonora de Leonard Cohen.

Mi padre ponía Leonard Cohen en el coche. Sobre todo cuando viajábamos a Navarra, al pueblo de mis padres. Era un auténtico coñazo de viaje. Era largo y aburrido. Mi hermano y yo ni pinchábamos (nunca mejor dicho) ni cortábamos en lo que se escuchaba en el coche. La decisión era de mi padre. Y uno de los cassettes que ponía era I'm Your Man de Leonard Cohen.

Es curioso porque por ese motivo, tengo a Leonard Cohen íntimamente asociado a una prueba de fuego del tamaño de cinco horas de viaje en un Seat 131 negro y diesel pasando un calor de muerte atravesando los Monegros.

If you wanna lover; first we take Manhattan; this waltz, this waltz, this walts..., there aint no cure for love... Y así. Recuerdo pasar muchísimo rato como en un estado de completa lisergia, medio comatoso por viajar en una cafetera negra con 42 grados a la sombra (sombra, algo que no existe en los Monegros), mirando por la ventanilla los llanos infinitos de arena blanca y compacta del desierto del que viene mi querida familia.

Recuerdo esa voz grave, poderosa y pesada retumbando en el coche y combinando perfectamente con aquella atmósfera densa, íntima y solitaria que se creaba en aquél coche atravesando el desierto.

En fin. Que qué tiene que ver con la foto que hoy ilustra estas líneas, pues nada. La verdad. Bueno, nada para ti que lees. Para mi sí, porque la he disparado sin quitarme todo el rato de la punta del hipotálamo que hoy se ha muerto Leonard Cohen. Y que Leonard Cohen me recordaba al desierto que es todo lo contrario de lo que estaba viendo. Y que lo primero que he hecho esta mañana a las 7:30 ha sido compartir la noticia con mi padre. Y me he acordado con mucho cariño de aquellos viajes que odiaba en su momento y que ahora, desde la distancia que dan las canas, me parecen un reducto invendible de mi mismo y de los últimos coletazos de mi infancia.

Difícil compartir. Es verdad. Difícil expresar la intimidad con la que tengo ligado ir a ver a mis abuelos en compañía de mis padres y hermano escuchando Leonard Cohen en el coche.

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